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A ras del suelo

A veces pienso que al vivir lo que hemos vivido y experimentado, vemos el mundo de otro modo. Obvio está, que tenemos otra pasta, que nos permite soportar lo que creemos insoportable. Que cuando sentimos que ya tocamos fondo, resurgimos de las cenizas como el ave fénix de la historia.

También sabemos en nuestras propias carnes que ningún paso es fácil y que nada es regalado, que todo cuesta y mucho. A perro flaco pulgas...Cada cumpleaños pido el mismo deseo, “ Que nadie pase por estas atrocidades “ ni siquiera para mí pido, cómo que se termine mi dolor...
Supongo que aunque sea a base de palos nos enfrentamos a la vida de forma diferente, hemos resistido al robo, al dolor, la traición, la vejación, la humillación, el olvido, el miedo, el silencio...
¡ Hemos sobrevivido !Nunca daré gracias por el pasado pero si he aprendido de él, algo muy importante y es a NO SER COMO ELLOS.

A enfrentarme a la burla, humillación o silencio. A construir monumentos con las piedras que tropiezo. Transformé el miedo en fuerza interior para enfrentar mis batallas diarias.
Irradiada de una fuerza interior que me permite no enfrentarme sola a mis fantasmas, porque así me siento, acompañada en lucha.
La fortaleza mental resulta ser el mejor antídoto contra la tendencia a hundirnos.
La superación, el esfuerzo, nos libera de muchas “estacas” que nos aprisionan.
Sólo así “nos encontramos liberados de todas las cadenas que nos habían atado”.
Os dejo un pequeño cuento que leí hace tiempo que me repito constantemente.



“ Un niño al que le encantaban los circos, y lo que más le gustaba eran los elefantes. En una función había uno que deslumbraba por su poderío, su tamaño y fuerza descomunal... Pero después de su actuación el enorme animal quedaba atado por una de las patas con una sencilla cadena sujeta a una pequeña estaca clavada en el suelo: no era más que un pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra; se preguntaba cómo un animal con fuerza capaz de arrancar árboles no arrancaba la estaca. ¿Qué le impedía liberarse? El niño preguntó por ese misterio a su padre, quien le explicó que no se escapaba porque “estaba amaestrado”. Pero el misterio seguía: si estaba amaestrado, ¿para qué la cadena?... Con el tiempo descubrió que el elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño...”

Podemos imaginarnos al pequeño elefante intentando liberarse de la estaca, demasiado fuerte para su edad. Probaría un día y otro, hasta que el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque cree que no puede. El recuerdo de la impotencia que siente desde pequeño, le acompaña toda la vida. Y lo peor es que jamás se ha planteado de nuevo la posibilidad de vencer. Una bonita imagen de los límites que tantas veces nos aprisionan en la vida, sin conocer que podemos mucho más de lo que encierran esas limitaciones.

Vivimos a ras de suelo, nos caemos y levantamos continuamente con más fuerzas o menos, lo importante es que levantamos.
Recordareis la sensación de sentirse pequeños e indefensos y cuando en el día a día tenemos una piedra delante el estómago da la misma sensación, pues es ahí cuando se vive a ras de suelo.
Cuando nos apoyamos o solas seguimos desatando los nudos de nuestras vidas, como por ejemplo hago yo en este blog, estoy convencida que a alguien podemos ayudar.

Tratar de llevar una vida normal es complicado porque todo es un mundo para nosotr@s. Las cosas que para unos son normales para nosotr@s son más difíciles pero tenemos algo que nos ayuda, estamos acostumbradas a luchar que crecemos en la adversidad y eso es lo que nos hace sobrevivientes y combatientes.
No a todo el mundo le gusta hablar del tema ni rondar por qué, que pueden tomarse como reproches de dónde estabas cuando a mi...
Pero he aprendido a que el daño no me llegue y es importante porque ya tengo el suficiente para añadir más a mi vida.

Ahora soy grande y puedo defenderme, aunque viva a ras de suelo.

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