Un cuerpo que se resiste al merecido descanso y una mente que
se tropieza con cada peldaño. La mayoría de las noches, se requiere una guerra para cerrar mis ojos
e incluso entonces aún veo
monstruos.
Mi mente es un cementerio lleno de susurros que es mejor no repetir, solo quiero ser
libre. Despertar con un hambre de sol y sueños acurrucados dentro de mi caja
torácica, en vez de espinas entre mi piel y huesos entre mis dientes.
Oh insomnio, mi viejo amigo, quien actúa petulante en las
noches solitarias, ese ser etéreo, con quien intercambiar palabras, que puede
llevar a la mente más recta a momentos de discordia.
Encargado de meter en mi cabeza ideas tan lúgubres, que solo
pueden ser mías y de nadie más; quien es capaz de convertir una apacible noche
de sueño, en todo un mar de murmullos e ideas que rara vez pueden ser captadas
del todo, pero te llevan a un lugar recóndito, tan desconocido y a la ves
propio, que te hacen desear evadir el sueño una noche más y volver por un
tiempo indefinido.
Incluso logra hacerte pensar, que esa noche en particular,
fue más productiva, de lo que nadie hubiera imaginado jamás... Una noche
productiva al fin y al cabo.
Revolviéndote sin cesar en un mar de sábanas, luchando por
conquistar la onírica emoción, impaciente por ensoñar mi realidad, por triunfar
en batalla perdida, por vencer a la simple clarividencia de que nada puede
hacerse por superar la condena nocturna de mi cesar.
En los recovecos de mi silueta no acaricia ninguna mano
extraviada, solo está la profundidad de mi despertar, y se hace más cruda y
desesperada la noche, en solitaria soledad.
Noche de insomnio, amargo desvelo, un reflejo sin
rostro, un delirio roto, una lágrima
prófuga. La melodía recordada de la tristeza añorada; un sueño encontrado,
un destello acabado.
Presagios inciertos, minutos muertos, vacíos abiertos;
sonrisas de luz, retazos de vidas, cerradas salidas. El dulce deseo de etéreos
momentos. Pálido encuentro, tangible recuerdo, una brisa de hielo: suspiros
eternos, contrastes de invierno.
Fantasmas ausentes,
miradas inertes. Páginas blancas, dolorosas marcas, extraños tejidos; la
hermosa visión de una voz sin color. Sonidos ausentes, perfumes presentes, los
suaves arrullos en horas de Luna.
Cielos inquietos, espacios repletos, lagunas oscuras, pozos
de fuego, incansable juego. Canciones oníricas, mariposas anímicas. El
translúcido amanecer de un Sol distante, camino errante, escondite seguro,
vientos sin apuro.
Volátil amor a palabras inestables: veneno, poción, embrujo
de ojos, lenta destrucción. Sensación falsa, estrella caída, red destruida, paz
corrompida. Y un último vistazo al inicio del día; el fin de una cordura cae a
la inconsciencia…
“No me dormiré, no me dormiré en toda la noche, veré la
primera raya del alba en esa ventana de tantos insomnios, sabré que nada ha
cambiado.” JULIO CORTÁZAR
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