Etiquetas

Palabras

Hay veces en que las palabras revolotean en mi interior como lánguidas y melancólicas sombras que no quiero que se me escapen por entre los poros, y que lo harán, irremediablemente.
Hay veces que las siento como eufóricas luciérnagas que bullen allí dentro y no puedo evitar que salgan disparadas y las estrujo con fuerza para plasmarlas en un papel en una especie de ceremonia de bautismo.

Otras, son como brasas ardientes que provocan un inquieto dolor que no me permite frenarlas cuando comienzan a escaparse de entre las manos como lágrimas acudiendo sin remedio al abismo de los párpados. Todas... todas las veces, sin embargo, son indispensables. Sean aves, balas, llovizna, colmillos, niebla, llanto, o simples manchas de tinta en el papel....

Las hilo, tejiendo mares de telarañas que flotan sobre mi mundo interno, conformando los paisajes que mejor ilustran el alma... y me proporcionan un nudo, grito que se desangra lento pero con los ojos bien abiertos. Todas paran al mismo lugar.

Más allá del camino que guía la luz de las estrellas por encima de las sendas invisibles de las aves y por debajo de los brillantes destellos del alba, se encuentra, solemne, esquivo y distante
el fluir eterno del Estanque de las palabras.

Son sus aguas resultado del llanto vertido por ojos conmovidos con penas calladas. Cada uno de los lamentos que al estanque llega,
se torna como escarcha al sol en una gota de agua que derramadas en lluvia, belleza y nostalgia inspiran.

De entre todas ellas, una en especial destaca, una surgida en Edades Olvidadas para el hombre, aquella que dio forma y creó el estanque con las lágrimas desconsoladas que lloró la noche
herida profundamente por tales destinos y sangre.

Entre las nubes la luna escucha narrar la historia
de un alma que llegó al mundo nacida entre los primeros
y bajo el mando de la soledad y abandono y con dones en su haber que poco se han visto después,
sonrisa brillante, taltante firme, se fundió con los bosques
mientras brillantes y tristes designios, fijaban su mirada en él.

En el combate de sobrevivir, sufrió derrotas, guardó nuevos males, que fueron sus bosques antiguos y hermosos, testigos silentes y vivos de viejas leyendas de los que él mismo guardaba recuerdos presenciados por sus ojos.

Batallas de dolor, llantos y daños vivió, en su destino forjó amistades que hermanan linajes, olvidan rencores y daños, crean sueños y retos y hasta sepultan la brecha entre mortales e inmortales.

Y habiendo regresado a sus fronteras, de niño pasó a adulto
en lo que fuera soledad y ahora deber compartido.
Porque el miedo al castigo empuja a los hombres a huir
y el saber de la verdad busca sensatez de nuevo.

Que el orgullo hace al hombre cerrar los ojos al perdón
pero es la amistad más fuerte en su corazón.
Y al igual que las águilas gobiernan el cielo
con sus alas desplegadas en honorable libertad,
el recuerdo de aquel de quien esta historia habla
logra que preserve la esperanza.

Porque no hay muerte más dura que el olvido
y no hay dolor más profundo que la espera.
Y aún así, cuando las almas más nobles aguardan,
el saberse recordados las libera
y reaviva de nuevo sus ansias.

Y en verdad que el mundo volvería a su esplendor
si algún día, en el Estanque de las palabras,
como se hiciera en él el Despertar,
cuerpo y ánima se alzaran
con recuerdos como tesoros y penas como enseñanzas nuevas
en una libre, hermosa y renovada eternidad.Todo por soltar las palabras y hacerlas volar.





No hay comentarios:

Publicar un comentario