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Recuerdos

   En varias ocasiones ellos, nos traicionan, nos apuñalan por la espalda, nos destruyen más de lo que ya estamos.
Son reflejos de nuestras aventuras, emociones, y sentimientos, pasados.
   Un recuerdo puede ser tan hermoso pero al mismo tiempo doloroso, con la más mínima palabra, que tenga algo que ver con ello, podemos derramar llanto y risas. Son buenos y malos, la mayoría de las veces lo que más recordamos es lo que nos tocó en el alma, lo que nos hizo algo muy muy bueno, o malo. No necesariamente son cosas buenas.
   Algunos recuerdos, pueden componer cosas, amistades, matrimonios, hermandades, familia. Con un solo suspiro, encadenamos, unimos, sentimientos y aventuras.
   Al recordar vivimos dos veces, pero también vivimos los sentimientos que nos dejaron marcas, que nos dañaron y robaron la sonrisa y parte de la vida.
   Generalmente recordamos desde que tenemos 4 años, son fugaces y no tan claros recuerdos, que nos hacen preguntar y salir de dudas acerca de cuando teníamos esa edad, si son muy malos incluso los recordamos antes de los 4 años.
   Cuando somos adolescentes, los recuerdos están frescos, con tan solo pasarles el dedo se mueve una historia, y algo más. Deseamos no haberlos vivido, o que cambien en algunos aspectos, simples cosas nos hacen estallar en cosas tan vividas.
   Debemos tener cuidado con esos, que nos pueden dañar, que nos pueden frenar a ser quienes somos.
   Hay momentos que según los estás viviendo sabes que no los vas a olvidar nunca. Sucesos que desde el principio eres plenamente consciente de que estarán presentes en tus pesadillas para siempre, como si, por alguna razón, tu subconsciente no quisiera permitir que cayeran en el olvido. 
   Tal vez sea porque, desde el preciso momento en el que ocurre, todo cambia. Tú cambias. Tú, tu forma de actuar, de pensar, de ver el mundo. Tu personalidad cambia y, en el fondo, la parte que no controlas de tu mente o quizás tu alma quiere hacer que recuerdes qué fue lo que te hizo cambiar para no dejarte volver a ser el de antes. Lo hecho está hecho, por mucho que nos neguemos a aceptarlo. 
   Y lo más importante es que forma parte de nosotros. Es necesario aprender a convivir con ello. Si no aprendes, tu mente se esforzará cada vez más en recordártelo, en que hagas ese gran esfuerzo para que salgas adelante. Hay que recordar para olvidar. Para superar y perdonar. A ti mismo, al menos. Ése es el paso más difícil porque tienes que enfrentarte a ti mismo, plantarle cara al problema hasta que aceptes que el pasado no se puede cambiar y que preguntarte una y otra vez que qué es lo que habría pasado si hubieras actuado de alguna otra forma no va a salvar ninguna vida ni hacer que te sientas mejor.
   Memorias que poco a poco van cambiando...recuerdos cada vez más y más cercanos, sonrisas que no había visto en tanto tiempo,
voces que había olvidado ya. Un pasado que desfila frente a mí,
sombras que se cruzan conmigo, parecen hablarme, parecen buscar algo, poco a poco se desvanecen, se vuelven polvo y son arrastradas por el viento.
   Espinas punzantes que aún lastiman, heridas que ya han cicatrizado, pies que han recorrido un camino que me parece largo...Pero al voltear solo veo un paisaje borroso.
Risas y llantos se escuchan, parecen susurros traídos por el viento
al igual que vienen, en un suspiro se van, dejando esa ligera esencia a "pasado".
   Efímera memoria que olvidas momentos, efímera memoria que olvidas a quienes se llevaron una parte de mi, personas cuyos nombres robaban sonrisas.

Tiempo, tiempo...solo el tiempo es el maestro.



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