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Qué siento

   A veces es duro aceptar que las cosas pasan, que lastiman, que duelen y sangran. Con el tiempo, te das cuenta de que la realidad es otra, quedas expuesta y desnuda ante ellas cuando las recuerdas… Te pega de lleno en la cara, te abre los ojos, es cuando te quitas la venda. Sin embargo, uno puede elegir entre percatarse de lo que sucede o cubrirse los ojos de nuevo y hacer como si nunca hubiese pasado nada.
   Yo prefiero percatarme y sacar fuera todo a pesar de que hoy reconozco que no es fácil. Es tan doloroso, te duele el alma. Te duele hasta la última lágrima que aún no se derrama. Duele, duele tanto, me ahoga, me quiebra el llanto aunque abra mi boca y no pronunciara nada sale todo fuera en éstos momentos.
   Si cierro mis ojos solo brotan lágrimas porque este dolor mudo quiere expresarse salir, liberarse, ahora todo perdió sentido me quedo con mis propios suspiros llorando, recordando. Es que así ha sido siempre mi vida, es que quizás nunca tuvo sentido, me duele, esto me hiere, esta sonrisa que ves es sincera defensa, éstas lagrimas son las verdaderas.
   Se me hace tan triste la vida cuando ésto se afronta. No hay risas compartidas para éstos momentos, ni tristezas superadas porque todo está lejos para mí y yo no sé que hacer en realidad. La rabia se siente, la tristeza emana, la vergüenza se procesa, la culpa aparece y el miedo se ve. Aún no puedes sentir el alivio, lógicamente, pero sí intuirlo porque algo dentro de ti se ha desprendido. Una carga muy pesada se ha desgarrado y te ha liberado de algún modo eso puedes notarlo. Y más se notará con el tiempo como si de una mochila de piedras te hubieses desprendido.
   Al menos son las cosas que mi niña interior y yo nos repetimos y razonamos para soportar estos momentos. Quizás mi forma de hacerme fuerte ante ésta situación. Entonces, por qué ésta tristeza...cuando el dolor nubla la razón y no veo más allá la tristeza manda. También hay que llorar por supuesto, siento tristeza por los hechos, por la pena y la impotencia, por la rabia y la vergüenza, por el dolor y la culpa que mi cuerpo siente.
   De nada sirven mis preguntas sin respuestas, que cualquiera se haría, de nada sirve desear borrarlo todo, son imposibles. Solo queda aceptar y seguir. Si ahora toca hacer un duelo por lo que me robaron, lo haré. Lloraré lo necesario. Aunque sea entre susurros narraré lo que el eco traiga. Lo que el cuerpo necesite. Lo que está claro es que no miraré a otro lado.
Ya no hay candados en mis labios ni grilletes en mi alas. 

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