Miré al dolor de frente, conocí la mentira y el desprecio. También el horror, el miedo y desamparo.
Pero aprendí a vivir, en la sinceridad de la lucha. Aprendí a desaprender lo inculcado y tatuado.
Simplemente volví a aprender.
Aprendí a crecer en la verdad, a olvidar recordando, hablando. A diferenciar lo que merece y lo que no.
Miré al mal de frente y le dije: No, a mi lado no te quiero, te hago frente.
Suda tu miedo, teje las perlas sangrantes, recobra la ilusión marchita que tu dolor envilece.
Entierra la oscuridad y levántate mil veces.
Recuerda que cuando las piernas no dan más de sí, solo hay que impulsarnos... ¡¡ Y volar !!
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