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Baile de máscaras

   ¿Cuál es esa bella locura que nos permite andar cuerdos? no he podido tocarla ni hacerla mía, imposible en un lugar donde los pensamientos caen como la lluvia. 
     Quizás sea ese momento donde nos perdemos a nosotros mismos y caminamos hacia el umbral, saludamos al guardián y agachamos la cabeza para la sentencia. 
     En estos momentos, me es imposible ingresar y entrar en otra batalla más, no tengo que ser una genia para conocer el terrible resultado de la lucha si la desencadenara ahora. 
     No me encuentro lista, estoy débil y cansada es como mi cuerpo se encuentra en éste momento. Tan cansada que solamente quiero que se detenga este cruel y a veces absurdo juego. ¿Cuándo fue que decidí participar del juego de máscaras? 
     No lo recuerdo, me es imposible acceder a esa parte de mi memoria y conocer las razones de esos duros momentos. ¿Por qué habría querido pasar por esas experiencias? Nadie.
     Me abandono a la soledad que solo puede acarrear, esa sensación tan horripilante y aterradora, sensación que trepa por tu espalda y se acoge en tu pecho, con cada respiración ganando fuerzas, un ente deseante de poder que ruge por la garganta.
     El no poder desahogar como se desea, el no poder gritar y dejar escapar el angustioso grito que se ahoga en el interior de la propia alma… y sentir aquel abrazo que brinda acogimiento y tranquilidad, pero que al mismo tiempo otorga tristeza sin quererlo… y es imposible no culparse, imposible no guardar rencor… y eso es lo que lo hace todo más difícil.  
     ¿Cuándo fue que quise participar en el juego de máscaras? Quizás era porque era necesario poder vestirme de diferentes maneras, crear expresiones para no hacer notar la pena y llanto que solo me permití liberar delante de los demás.
     Porque era un momento de miedo y angustia, un momento donde solo quería estar conmigo misma y poder… intentar recobrar seguridad en mi propio ser. 
     Y reaccioné con enojo, rabia, con emociones bajas al sentir la presencia de quienes se preocupan… pero en ese momento era tan difícil ver las cosas de otra manera, cuando la mente es un caos y el propio orden y estabilidad aún no se logran. 
     Es casi por instinto que se concretan las pocas palabras, la costumbre que ha perdurado por años de intentar esconder las emociones y mostrar un perfil más aceptable que no provoque incomodidad. Bailo entre máscaras pero he abierto la caja de Pandora.



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